El
Toro... símbolo de la Vergüenza ajena
Y
es que, parece ser, tenemos arte para hacer de la soberbia
ridícula algo serio y riguroso. Vemos cómo insignes y distinguid@s
hombres y mujeres, políticamente correct@s y obedeciendo a las formas que
marca el marketing político, aparentando relevancia personal,
verborrea aprendida e intelectualismo barato, juegan a ser
“políticos”...
cuando no son más que juglares y títeres a sueldo
de nuestro sudor y en manos de una agenda política transnacional
vendida al mejor postor. Y así es “nuestra política”, cada vez
más corrupta, cada vez más desacreditada, cada vez más sádica,
tecnócrata y autoritaria.. una auténtica payasada...
Con
esta guisa, debaten y debaten toda suerte de Suerte. Así nos va a
los ciudadanos. Pero no sólo eso, discuten y deciden, también, sobre el derecho a la vida de todo ser vivo que no sea humano. Con
delirios de grandeza nos creemos Dioses... y así nos va, claro.
De
la mimas forma, parece ser, tenemos arte para hacer de la soberbia ridícula, un
héroe del Verdugo.
Sólo
hay un fondo en todo esto, hablemos claro: Dinero y Poder. Muy pocos
son realmente conscientes de la ingente cantidad de dinero que mueve
la llamada vergonzante “Fiesta Nacional”... cuando atisbamos
hasta dónde llega todo este “imperio taurino”, nos damos cuenta
que más de un@ de ell@s vendería hasta su propia madre si fuese
necesario.
Pero
no todo está perdido (nunca). Hace nada entró en nuestro país la ley que pretende regular la utilización de animales en la
experimentación. Se nos hace menester que hombres y mujeres,
políticamente correct@s, obedeciendo a las formas que marca el
marketing legislativo, aparentando relevancia personal, verborrea
aprendida e intelectualismo barato, establezcan códigos legales que
deberán ser discutidos y sopesados por insignes y distinguid@s
hombres y mujeres seri@s y políticamente correct@s. Necesitamos todo eso para “ser humanos” o,
mejor dicho, para ser “humanitarios”. Estamos, pues, de “enhorabuena”
y ya tenemos “leyes humanas” que protegen a los animales
no-humanos de la atrocidad y la tortura gratuita de la
experimentación... algo es algo... cómo no (hay que ser optimistas
y agradecid@s!).
Un@
no puede dejar de extrañarse cómo puede ser que salgan leyes
reconociendo la ilegitimidad de la tortura para unos casos y sigan
las Corridas y otros divertimentos a costa del sufrimiento y la tortura. No hay nada extraño. La regulación de la utilización animal para la experimentación
no va a afectar al negocio que los utiliza porque éstos se adaptarán
a las alternativas éticas e, incluso, podrían ganar clientes que
antes rechazaban sus productos. Resulta altamente patético que tengamos que adaptarnos a procedimientos
éticos sólo cuando la Ley nos obliga. Resulta altamente patético
que no seamos éticos por defecto.
Sin
embargo, algo tan evidentemente inmoral e ilegítimo como utilizar
la tortura para divertirnos (ni para nada),de la misma forma que son
ilegales las peleas de gallos o de perros, todavía siguen vigentes y
lícitas en las corridas y similares. Siguen toda suerte de festejos crueles e indignantes. No hay
nada extraño en ello... la razón del absurdo se encuentra, como
siempre, en el Dinero y el Poder. Cuando la Razón se imponga, tarde
o temprano, y la “Fiesta” caiga, aquí no hay alternativa...
caerá consigo el gran Imperio que lleva detrás. Por supuesto,
semejante augurio es también temido por los que llenan sus panzas y
sus arcas a costa de semejante in-humanidad. Moverán sus hilos y sus
artimañas, sus influencias y sus estrategias, su poder y su dinero,
para evitar, a toda costa, semejante desenlace. No es nada extraño,
pues, que sigan los “Ruedos rodando” a pesar de haber leyes ya que están regulando la tortura animal en la experimentación.
Pero
ya reza el dicho “si ves las barbas del vecino cortar...” ¿Será
por ello que se están moviendo ahora, con presteza, urgencia y maña
para conseguir "La declaración del toro como bien de interés cultural en Catalunya"? (tiene gracia como llaman aquí al Dinero que mueve el
Imperio taurino). Qué duda cabe que tal declaración podría suponer
un muy buen escudo para “lidiar” con posibles leyes protectoras
que amenacen el negocio y el Imperio de la “fiesta del Verdugo”.
Pero,
en fin, mientras el Circo Humano, políticamente correcto, sigue su
curso ...
siempre habrán Humanos que otorgan algo de significado a la
palabra “Humano”. ¿Necesitamos leyes para ser, simplemente, "humanos"?
Si
atendéis a sus palabras llanas y vivenciales, auténticas, sin
peluquerías, ni pedicuras, ni corbatas de marketing ... podemos
hallar en ellas un testimonio desde la Inocencia de un niño que una vez se hizo una promesa. Nos hace ver cómo la realidad (falsa) de un Toro Bravo se velve rumiante y mansa como la del perro más fiel. Cómo aquéllos mismos que saltan eufóricos con la tortura del toro pidiendo su muerte, se horrorizarían, quizás, si fuese "su perro" quien "corriese esa suerte".
Jorge
Ross, torero arrepentido
Hay que estar mentalmente enfermo o ser el lógico engendro de una
ignorancia tenebrosa para disfrutar con la práctica de la crueldad;
pero utilizar el instrumento de la retórica para que esa práctica
perdure, convertida en un derecho humano, es el acto demoníaco por
excelencia.Este acto llamado “rasgo cultural” es una barbaridad…
que dolor más grande y sufrimiento injusto deben sentir los toros
antes de morir y cómo la gente puede disfrutar de estos espectáculos
de maltrato animal, que sólo sirven para un desorientado
entretenimiento (in)humano.Realmente tengo la esperanza que este tipo
de actos se terminen extinguiendo al igual que en su tiempo fueron,
las luchas de gladiadores.
Ex
torero “Chiquilin”
«Ahora no puedo ver un descabello y vuelvo la cara. Los animales
sufren y le duelen las cosas. Los toros te miran y tienen cara de
buena gente». ¿Hoy sería capaz de matar a un toro? «Ahora no.
Tengo piedad de ellos». «Una vez me dio cosa matar a uno, por que
el animalito era muy bueno. Me tenía en el suelo, me miró y no me
quiso hacer nada». ¿Y esas cosas pasan? «A mí me pasó. Me miró
y me dijo: «¿Qué hago? ¿Te mato?». «Yo he visto a toros llorar.
El toro siente y, a la vejez, me ha dado sentimiento de los toros.
Tengo una perra desde hace ocho años y me ha hecho cambiar con los
animales. Yo, que he ido de cacería todos los días durante mucho
tiempo, ahora soy incapaz de matar una mosca. El otro día un grillo
me dio la guerra toda la noche, hasta que me levanté y lo encontré
en la maceta. Lo miré y lo solté. Increible. Me ha pasado algo muy
raro».
EMILIO
SORIANO director del Colegio Público Antonio
Díaz.
Me aficioné a los toros, siendo un niño, a través de la
televisión. Entonces eran frecuentes las retrasmisiones de corridas,
amenizadas por la magistral locución y erudición del inigualable
maestro Matías Prat. En mi memoria quedaron los nombres y las faenas
de los diestros Diego Puerta, Paco Camino, El Viti, Ordóñez, Palomo
Linares, Curro Romero, El Cordobés, etc. He disfrutado con la
belleza y el arte de una buena faena cuando el toro entra y el torero
está acertado. A las plazas de toros fui en contadas ocasiones por
razones económicas. Las últimas corridas las presencié en el coso
de La Condomina: fueron festivales organizados a favor de la
Asociación Española Contra el Cáncer.Llegó un momento en que
decidí no ir más a la fiesta porque dejé de disfrutarla:
cuestionado por el rechazo que mis hijos manifestaban hacia las
corridas comencé a poner mi atención en el toro, en detrimento del
buen hacer del torero. Paulatinamente fui tomando conciencia de que
allí había un pobre animal que sufría terribles daños físicos
para que nosotros nos divirtiésemos; sufrimiento que empieza en los
chiqueros y culmina con una muerte atroz. (El profesor Salvador
Hidalgo explicaba con detalle en su artículo ‘La vergüenza
nacional’, publicado en estas mismas páginas, la tortura que se
infringe al toro en cada lance de la corrida). Fui percibiendo lo
bárbaro que es este festejo, y comencé a preguntarme cómo podíamos
permanecer impasibles ante la brutal suerte de picadores, levantarnos
alborozados de los asientos, aplaudiendo efusivamente, cuando un
banderillero ensartaba al toro con puñales multicolores, cómo se
podía jalear al maestro, por mucha belleza que tenga el toreo al
natural, cuando incitaba con el capote a un animal agotado que no
dejaba de manar sangre, o presenciar el sadismo de los pinchazos,
estocada y descabello. Me interrogaba por qué toda la plaza saltaba
alborozada ante tamaño sufrimiento; la contemplación del arte
torero en una buena faena que exulta al espectador es la explicación.
Pero ¿y el toro? ¿por qué no vemos el martirio que está
padeciendo? La justificación que encontré fue que durante la
corrida, inconscientemente, ‘cosificamos’ al animal, por esto no
percibimos su dolor. Sólo interesa su bravura, y que entre al engaño
del maestro para que pueda sacar a relucir lo mejor de su
repertorio.Pero no podemos negar la realidad, asistimos al suplicio
de un noble animal para divertimento nuestro. La apelación a que el
toro ha nacido para morir en la plaza es una idea pretenciosa; si él
pudiese elegir sabiendo lo que le espera en la lidia, no iría. No es
razón argumentar que si las corridas desaparecieran descendería
sensiblemente el número de toros nacidos, mejor así que someterlos
a la crueldad de su destino final. Tampoco es válida la
justificación del riesgo que asume el diestro de perder la vida en
un combate de igual a igual, porque no lo es, y porque él elige
libremente el peligro. Esgrimir que los quince minutos que permanece
el toro en el ruedo es el precio a pagar por la privilegiada vida que
se le proporciona en la dehesa, sonroja. El hecho de que hay mucho
dinero y puestos de trabajo alrededor de las corridas, con ser
cierto, no puede justificar la tortura a un animal por muy bravo que
sea. Defender las corridas apelando al pensamiento de insignes
filósofos humanistas, o al doctor Martin Luther King, defensor de
los derechos humanos para toda raza y condición social es, cuando
menos, una broma de mal gusto. Acudir a la tradición tampoco las
justifica, las culturas cambian con el paso del tiempo dejando atrás
prácticas reprobables. Algunos países ya han erradicado las
corridas, otros ha suprimido la caza del zorro, las peleas entre
animales, etc.Recientemente, con el fin de proteger la fiesta de los
toros se han tomado decisiones políticas, algo precipitadas,
declarándola Bien de Interés Cultural en algunas comunidades
autónomas. Es cierto que en torno a ella se ha creado una cultura
específica que se manifiesta en el vestuario, bordados, vocabulario,
música, pintura, literatura, escultura… Sin embargo, es difícil
defender como bien cultural un festejo que requiere el sufrimiento
gratuito de un animal para que un profesional pueda demostrar su
arte.Amable lector, no pertenezco a ningún colectivo antitaurino,
pero creo necesaria una reflexión desapasionada de la cuestión.
Este artículo es una aportación más al debate público que
actualmente hay abierto en nuestro país. Vivimos en una sociedad
cada vez más civilizada y garante del derecho de los animales, lo
que implica no someterlos a sufrimientos innecesarios para
esparcimiento nuestro.
Alvaro
Múnera ex torero
No creo que en aquella época de equivocadas decisiones cuando
hice parte del mundo taurino estuviese mentalmente enfermo, pero de
lo que estoy absolutamente convencido es que sí era el lógico
engendro de una ignorancia tenebrosa. Sabemos que para justificar su
afición por las corridas, de retórica se arman hasta los dientes
los amantes del coliseo romano moderno, le cuelgan a ese rito de
sangre y muerte toda clase de arandelas, lentejuelas, labia pomposa y
pasodobles, cuando la realidad de la mal llamada “fiesta” es
clavar, clavar y enterrar hasta matar, cuanto elemento corto punzante
se tenga a la mano en el cuerpo del inoncente animal, tan sensible
al miedo y al dolor como usted, como su perro o como yo.
Miguel
Angel Martinez ex aficionado , ahora coordinador de reportes de
crueldad contra fauna doméstica
Antes de comenzar debo presentarme pues al decidir escribir sobre
toros, es por que se perfectamente lo que digo. Fui aficionado a los
toros desde los 10 años. Trabajé en una ganadería de toros bravos
por 7 años. Participé de todas las labores que implica un lugar
como éste. Colaboré directamente con los matadores de toros y
rejoneadores, con subalternos, picadores y empresarios taurinos.
Conozco bien este mundillo de la tauromaquia. Yo, que trabajé años
para una ganadería, que estuve presente en los traslados a la plaza
de toros, que vi lo que ocurre tras bambalinas, puedo, con
conocimiento de causa, dar mi testimonio.
Una de las principales excusas para continuar con las corridas de
toros es que algunos las consideran arte. Arte a costa del
sufrimiento y maltrato que sufren los toros desde los primeros días
de nacidos.
Cuando el toro nace, es separado de su madre a las pocas semamas.
Las crías son encorraladas y alimentadas con anabólicos y
esteroides para que se vuelvan más musculosos y así puedan cumplir
con la presencia (características físicas) que exigen en las plazas
donde se lidearán y morirán.
Son resgistrados con el escudo o emblema de la ganadería a la que
pertenecen. Se les asigna cuando nacen un número que es de hasta 3
dígitos. Todos estos datos son registrados en un libro. Estos datos,
son que llevarán durante su corta vida. Pero no crean que se les
cuelga una placa…se les marcan los cuartos traseros con hierros al
rojo vivo que se calientan en fogatas. Como menciono, tienen el
hierro de la ganadería más el número que los distingue, que es
hasta de 3 dígitos. Lo que ocurre es que se les marca (quema) por lo
menos 4 veces, ¡con los hierros casi a punto de fundirse! No hay
anestesia ni tranquilizante que mitigue el dolor de quien en ese
momento, es apenás un animal de algunos meses de nacido. Los
becerros literalmente, se retuercen de dolor. Pero no todo es malo
según los ganaderos hasta les ponen sus polvitos para que cicatrice
más rápido . Las quemaduras son de tercer grado, de otra forma el
marcaje no se distinguiría a lo lejos.
De forma que así es como inicia el de esta tradición. ¿Qué les
parece?