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jueves, 16 de mayo de 2013

La diosa Marina

La diosa Marina

Lo ilimitado de la singularidad. La fractalidad. A simple vista podría resultar contradictorio pues ¿cómo podría ser algo singular e ilimitado a la vez? ¿darse simultáneamente singularidad y diversidad? ¿uno y todo?
Es quizás una de las paradojas más básicas que engendra nuestra filosofía.

La comprensión de esta doble dimensión simultánea y fundamental de la existencia requiere superar en lo posible la linealidad del espacio-tiempo en la que nuestra mente está rígidamente acomodada. Requiere, quizás, más de un ejercicio de un “no-pensar” para “percibir”. Una percepción que proporciona cierta disposición a la comprensión lógica posterior.

El caso es que este Universo Conectado, tal como nos explica Haramain (entre tantos y tantos otros), nos arroja a la indefinición misma por excelencia ... si Todo es Uno abierto y Uno es Todo abierto (entendiendo por abierto la fractalidad de lo inconcluso, lo ilimitado, lo indeterminado)...¿qué es Uno y que qué es Todo? ¿qué es Nada-Vacío?

Así, cuando un Sujeto, una conciencia, pretende investigar la objetividad absoluta (la Materia última) ... ¿cómo lograrlo si forma parte, a través de un lazo sutil y profundo, de aquello que investiga, del Objeto?

No puede lograrlo. Por ello, la incertidumbre de Heinsenberg refleja una proporción inversa cuando en un nivel subatómico pretendemos obsevar objetivamente el espacio-tiempo del fenómeno (la posición y el instante):

Así, la incertidumbre se encuentra en la longitud del paquete de ondas. Cuanto más corto mayor serán las variaciones (indefiniciones) en las longitudes de onda. Esto supone que cuanto más nos acercamos en el espacio para ver la partícula, esto es, reducimos, comprimimos el campo para observar mejor su posición, menos probabilidad hay de hallarla en el instante y cuanto más nos alejamos para aumentar la perspectiva del Instante en un campo más amplio (menos comprimido), menos probabilidad hay de hallar su posición en el espacio...
Esta incertidumbre no permite la objetividad absoluta. Sujeto y Objeto, en un sutil nivel, no están “separados”... en un sutil nivel, todo es uno y uno es todo.

Bien pareciese que cuanto más nos acercamos para ver objetivamente la realidad última, ésta más se aleja, más se difumina.

Esto nos lo explica la Ciencia de finales del XX y principios del XXI.
Sin embargo, Sabidurías ancestrales nos dicen que la realidad última “no se ve”... se capta “no siendo” o siendo uno y todo a la vez, es decir, no se puede comprender fuera de ella (puesto que en este sutil nivel no hay sujeto/objeto). Tal comprensión sólo puede llegar a través de la experimentación de esta doble dimensión simultánea de la existencia. 
Con el relato de la “Diosa Marina”, quise explicárselo a mis niñas (recogido en mi libro). Un placer compartirlo por si a alguien sirve:

La Diosa Marina

¿Conocéis a la Diosa Marina?


Quizás sí ... si habéis oído alguna vez como cantan las Olas a la luna, como bailan los Ríos por las colinas, como se peina el Lago en el espejo, como juega la Nieve, como vuela la Cascada hasta el Abismo, como llora la lluvia cuando sonríe, como duerme el Rocío sereno, como dibuja la Nube, como se esconde la Niebla …


Dicen que la Diosa Marina conocía todos los seres de su Sueño. Cada coral, cada plancton, cada pez, cada molusco, cada alga, cada piedra, cada musgo ... cada todo ... Estaba feliz por ello y esta plenitud hacía brillar su Mundo. Ella era el Mundo.


Sin embargo, un día se dio cuenta que no conocía las gotas de agua! ¿Como podía seguir siendo la Diosa Marina si no conocía cada gota de agua?!


Inmediatamente, quiso coger una gota y enmendar tan grande descuido ... pero, para su gran sorpresa, cuando creía tener una ... esta se desvanecía justo en el mismo momento. Lo intentó y lo intentó de nuevo. Una y otra vez. Sin descanso, sin tregua...

La angustia fue engullendo su Corazón y la tristeza sumió su Mundo en la sombra de lo que fue.


Un día, sumida en la aflicción de su fracaso, reparó en un viejo pescador de la Tribu del Norte que pescaba tranquilo y paciente. Le pareció encomiable tal temple. Aquel anciano barbudo y de grandes crines blancas le transmitió un pedacito de aquella Paz perdida y que ya no recordaba. Tan impresionada quedó que no pudo evitar hablar con él.

El Anciano no se perturbó al oírla y respondía a su conversación con amable semblante. La calidez de su voz alivió el dolor de la Diosa, pero la Sombra de su Manto delataba su pesar.


Le explicó, al final, la causa de su desgracia. El viejo pescador agrandó sus ojos y la miró entonces con infinita ternura. Dijo entonces;



¿Cómo podría el Cielo de la Tierra coger una gota de azul?

¿Cómo podría el Aire coger una gota de aliento?

¿Cómo podría el Fuego coger una gota de su chispa?



¿Cómo podría la Diosa Marina coger una gota de agua?


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