Cantó a la Libertad
¿Es tan sólo una palabra?¿es tan sólo un término contractual de Derecho antropológico?¿es tan sólo la condición necesaria que permite la naturaleza moral?¿Es tan sólo humana?
A
nada se le ha cantado tanto como a esta palabra. A nada, excepto al
Amor. Y sin embargo...¿qué sabemos de ella?... Nada... ¿alguien la
experimentó? Ni siquiera aquellos de corazón salvaje y aventurero
que se jactan de volar sin ataduras, no se dan cuenta que lo hacen
gracias a permanecer esclavos de ellos mismos.
Pero
aquí nos encontramos, decidiendo no sólo nuestra Libertad o nuestra
no-libertad, sino la del Universo entero. Nada es libre o deja de
serlo a menos que así lo contrate nuestra tan preciada y loada
palabra. La palabra tiene la Palabra. El Verbo se alza y engulle todo
a su paso.
No
hay quizás ilustración que más la represente que un ave saliendo
de su jaula, pues volar sea quizás el gesto que más le hace
justicia. Y, sin embargo, un pájaro vuela pero decimos que no es
libre, porque no es persona para serlo o dejar de serlo. Y nos creemos libres de creernos que todo pájaro
que vuela nos debe su libertad, pues somos nosotros los dueños de la
Palabra y es la gestión y el trato de esa Deuda la que nos hace más o menos humanos.
Pero ellos que vuelan son dueños de surcar el Cielo, caer o levantarse, subir o
bajar. Son dueños de vivir y de morir. Son dueños de cantar y de
callar... a cada Instante. Son dueños de su Naturaleza tanto como la Naturaleza lo es de su Libertad. Son más dueños de sí,
de lo que nosotros podríamos jamás llegar a soñar.
Pero
no tienen Verbo. Sólo canto.
Si deseas su hígado fresco, despelléjalo y tómalo. Tienes el Don del
Verbo y el de la Libertad que te hace moral, aunque quizás no
conviene mucho recordarlo en este caso. Ahora, ya no nos interesa la
Palabra, ahora apelamos a la Naturaleza del depredador y nos
ahorramos cualquier duda.
Si
deseas la compañía de su canto, cógelo y mételo en una caja
porque tú tienes la Palabra.
Deléitate
con su música desesperada y desnaturalizada e invita a tus vecinos a
deleitarse contigo. Eres libre de hacerlo aunque, quizás, algún
vecino no lo sea por tener que aguantarlo. Día tras día. Día tras
día. Día tras día.
Deléitate
con su revoloteo continuo estampado en el cielo de tus barrotes.
Deléitate
con cada salto en los mismos bastones, una y otra vez.
Deléitate
con el olor mugroso de las heces acumuladas.
Deléitate
con el sonido de la No-vida.
Deléitate
con el tacto del sufrimiento que no vuela hacia su Naturaleza.
Deléitate
con la pena cuando muere su canto.
¿Quién
va a deleitar tu corazón ahora?
No
pasa nada. Coge el canto (Cantó) y mételo en una caja, porque tú
tienes la Palabra...porque es lo único que tienes.
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