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miércoles, 20 de febrero de 2013

Cantó a la Libertad

Cantó a la Libertad

¿Es tan sólo una palabra?¿es tan sólo un término contractual de Derecho antropológico?¿es tan sólo la condición necesaria que permite la naturaleza moral?¿Es tan sólo humana?

A nada se le ha cantado tanto como a esta palabra. A nada, excepto al Amor. Y sin embargo...¿qué sabemos de ella?... Nada... ¿alguien la experimentó? Ni siquiera aquellos de corazón salvaje y aventurero que se jactan de volar sin ataduras, no se dan cuenta que lo hacen gracias a permanecer esclavos de ellos mismos.
Pero aquí nos encontramos, decidiendo no sólo nuestra Libertad o nuestra no-libertad, sino la del Universo entero. Nada es libre o deja de serlo a menos que así lo contrate nuestra tan preciada y loada palabra. La palabra tiene la Palabra. El Verbo se alza y engulle todo a su paso.
No hay quizás ilustración que más la represente que un ave saliendo de su jaula, pues volar sea quizás el gesto que más le hace justicia. Y, sin embargo, un pájaro vuela pero decimos que no es libre, porque no es persona para serlo o dejar de serlo. Y nos creemos libres de creernos que todo pájaro que vuela nos debe su libertad, pues somos nosotros los dueños de la Palabra y es la gestión y el trato de esa Deuda la que nos hace más o menos humanos.

Pero ellos que vuelan son dueños de surcar el Cielo, caer o levantarse, subir o bajar. Son dueños de vivir y de morir. Son dueños de cantar y de callar... a cada Instante. Son dueños de su Naturaleza tanto como la Naturaleza lo es de su Libertad. Son más dueños de sí, de lo que nosotros podríamos jamás llegar a soñar.
Pero no tienen Verbo. Sólo canto.

Si deseas su hígado fresco, despelléjalo y tómalo. Tienes el Don del Verbo y el de la Libertad que te hace moral, aunque quizás no conviene mucho recordarlo en este caso. Ahora, ya no nos interesa la Palabra, ahora apelamos a la Naturaleza del depredador y nos ahorramos cualquier duda.

Si deseas la compañía de su canto, cógelo y mételo en una caja porque tú tienes la Palabra.
Deléitate con su música desesperada y desnaturalizada e invita a tus vecinos a deleitarse contigo. Eres libre de hacerlo aunque, quizás, algún vecino no lo sea por tener que aguantarlo. Día tras día. Día tras día. Día tras día.
Deléitate con su revoloteo continuo estampado en el cielo de tus barrotes.
Deléitate con cada salto en los mismos bastones, una y otra vez.
Deléitate con el olor mugroso de las heces acumuladas.
Deléitate con el sonido de la No-vida.
Deléitate con el tacto del sufrimiento que no vuela hacia su Naturaleza.
Deléitate con la pena cuando muere su canto.
¿Quién va a deleitar tu corazón ahora?
No pasa nada. Coge el canto (Cantó) y mételo en una caja, porque tú tienes la Palabra...porque es lo único que tienes.



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